La dirección del misil cambió suavemente su trayectoria franqueó lentamente las capas internas y se depositó en mi corazón. Yo le esperaba como en los viejos tiempos de guerras infantiles e ilusorios combates contra la indecisión cuando no pesábamos ni un mísero gramo para la adulta humanidad y nos sentíamos infinitamente pequeños. Silencioso como todos me fui a buscar fortuna en el dinero y en el amor. Caminé las callejuelas recorridas por un tropel de humanas contexturas atrofiadas en el atardecer de los años el tabaco y el alcohol y me descubrí nuevo y refulgente preparado y poderoso, libre al fin. Venía de las estancias inferiores vacías y tristes de la humanidad venía de las poblaciones de los hacinamientos del hambre y el esfuerzo del caminar descalzo por necesidad y el mundo se me ofrecía entero como una manzana recién cosechada. La sexualidad se me vino encima antes que pudiera prepararme y vagué entre sus arrullos entregando más que mi alma al peor postor al mejor de los sentimientos. Amor y deseo se aunaron a mi espíritu y no supe apaciguar mi torrente cuando las aguas se tiñeron de lodo y sangre lloré entonces en mi madriguera corporal como un perro herido y supe tarde comprender que llovía que mi mundo entero hacia aguas por dónde mirase y que la tormenta lejos de menguar se ensanchaba, ahogándome. Más tarde, un refugio me descubrió a la distancia sentí la calidez albergar mis palabras y me deje llevar nuevamente como una hoja flotando en el otoño buscando un lugar donde posar mis justificaciones y mi vida. Me sentí de nuevo infinito habitando en mi pequeño mundo todas las estancias y la tierra en arrebol sanando mis angustias besando al sol y a su fragancia dibujando el alba. Y por un momento fue de día en la alambrada y por breves segundos… los sables fueron estrellas y las bayonetas guirnaldas y por algunos momentos… Las balas fueron salvas y las explosiones fuegos de artificio mezclando palmas estrepitosas como bandas. De recordar me esmero erguido y solitario a solo segundos de esta espera mortal en el umbral de mi vida celebrando nuevamente la muerte poderosa que me visita en el atardecer.